Me
había logrado contener durante casi media hora. Pero cabal en el momento
en el que el instructor nos instaba, con voz de monje tibetano, a que
expulsáramos de nuestra mente todos los odios y pensamientos negativos,
mi gripe se empoderó y me hizo estornudar tan fuerte, que uno de mis
pensamientos más verdes y pegajosos se quedó adherido a la punta de su
nariz. Salí corriendo avergonzada. Antes de salir para siempre de su
clase, lo volteé a ver. Creo que me miraba con odio
Me gusto la historia, me encantan los cuentos brebes, o si es una anécdota, espero que sigas mejor.
ResponderEliminarMagnífico.
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