lunes, 9 de julio de 2012

Helado

Llego tarde al café. Estás sentado en una de las sillas de afuera. Me saludas señalándome el reloj. Me disculpo dándote un beso en la mejilla y cuidando que, al retirarme, tengas una visión profunda de mi escote. Funciona. La imagen de mis senos apenas cubiertos por mi blusa de tirantes, ha trasladado el discurso y el reclamo a lugares secundarios de tu mente. Me regalas una sonrisa tan hermosa, que en lugar de helado, quisiera comerme tu boca. Me siento y llamo al mesero. Un helado de chocolate y mango, por favor. Te pregunto cómo te fue en el trabajo. Me cuentas algo de proyectos y reuniones, y yo apenas te escucho mientras libero mi pie de la sandalia, y - qué bueno, tienes un pantalón amplio y oscuro y qué bien que se les ocurrió poner mantel - mi pie acaricia el cierre de tu pantalón. Tartamudeas un poco, carraspeas, te sonrojas, te ves tan dulce mi amor. Dejas de hablar, y yo dejo de acariciarte, y te cuento un poco de mi día, del nuevo compañero que entró hoy a trabajar, - qué lástima, no te pones celoso – y llega mi helado, y siento ahora tu pie que explora mi pie, y mi pantorrilla y levanta la falda que me llega a la rodilla, y sigue subiendo y – maldición – se me cae el helado sobre el escote, mango sobre mi pecho, tú sonríes y - ya sé que te gustan mis pechos - te digo que esperemos, que comamos en paz, pero de de prisa, me limpio el escote, respiro profundo, y ahora sí, hablamos del día, del clima, del fútbol, de la madre y el padre que los parió. Seguimos alerta, ya el helado está rico, pero no quita el calor.

Pides la cuenta. De forma muy teatral dejo que caiga el último poco de helado sobre mi pecho, cuidando que en su camino derritiéndose no manche mi blusa. Te digo que iré al baño a quitármelo. Tú asientes, cómplice. Desde el pasillo veo como te levantas, vas hacia el mesero que se estaba tardando con la cuenta, pagas, y te diriges hacia los baños del café. Aquí adentro esta más fresco y un poco oscuro. No esperas mucho y lames el helado que aún cubre mis senos y se adentra por el sostén - menos mal un sostén negro – y mientras tu lengua va sobre mis pechos, tu mano va ya bajo mi falda, entre mis piernas – ayyyy – veo que hay otra persona que viene en nuestra dirección, te aparto y ahora sí, entro al baño, - ufff qué calor – el agua fría de la toalla de papel se evapora instantáneamente sobre mi piel.
Salgo y veo que has comprado medio litro de helado de mango para llevar. Tienes las llaves del auto en la mano. Saco mi llavero, te miro a los ojos, paso cortamente, sugestiva, la lengua por la llave de mi apartamento, te tomo de la mano y salimos en dirección al estacionamiento.







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